miércoles, 27 de abril de 2011

FABRICANDO COMICS


Cuando un niño está aprendiendo a leer, su primer impulso es comunicar por escrito las cosas que le pasan, palabras, ideas, mensajes, a sus seres más queridos, para comprobar que eso que le está costando tanto esfuerzo sirve realmente para algo. Es cuando debemos ayudarle a hacer la lista del supermercado, la carta para los primos, una nota para papá en el frigo, o un mensaje secreto para la niña que le gusta de la clase.
Hoy he descubierto una página web para que comiencen a crear cómics: es facilísima de usar, hay muchos escenarios, personajes y tipos de bocadillos para elegir. Espero que os guste tanto como a mí. Y un consejo: corregid sus faltas de ortografía desde el principio, pero sin reproches, diciéndoles por ejemplo "esto está mejor así", para que el recuerdo de esa palabra sea el correcto. Si queréis imprimir algunos los podemos colgar en el corcho de clase para que otros puedan leer sus historias.
Aquí tenéis el enlace: VAMOS A CREAR COMICS

domingo, 10 de abril de 2011

PABLO SOLO QUERIA ESTAR TRANQUILO

El miedo a enfrentarse a nuevos aprendizajes es una de las cuestiones que más me preocupan como educadora. He visto muchas veces en el aula cómo algunos niños se bloquean cuando se presenta algo nuevo en la asamblea. Puede ser por inseguridad, por timidez, por miedo al fracaso, por inmadurez o por tener una baja autoestima. Lo que hago normalmente es presentar el nuevo contenido desde ángulos diferentes y en días distintos, para que cada uno vaya captando los aspectos que le resulten más atrayentes.
Espero que os guste este cuento, que presenta y resuelve este tema de una forma natural, que es casi como un diario de un día cualquiera de colegio. Porque en el fondo todos nosotros nos hemos sentido alguna vez como Pablo.

Pablo sólo quería estar tranquilo



Desde su nacimiento, Pablo siempre había sido un niño muy tranquilo: dormía mucho, comía bien, sonreía a los mayores, paseaba sin protestar en su sillita, …. Sus papás estaban muy contentos, y siempre recibía mimos y felicitaciones: “¡qué niño más bueno!”, “¡mira que quietecito está ahí en el parque!”

Pero cuando empezó el colegio todo cambió de repente. Había que desayunar en 10 minutos, llegar corriendo a clase, hacer las fichas antes del recreo, bailar y dar volteretas en el gimnasio, merendar en el coche camino de la piscina, ducharse y cenar deprisa para tener tiempo de leer un poquito con papá antes de dormir.

Y al día siguiente…. vuelta a empezar otra vez.

Pablo intentó adaptarse desde el principio. Sus abuelos le decían: “cada día estás más grande”, “qué guapo vas con tu mochila como un mayor”, y al acordarse de ellos se esforzaba un poco más al colorear las fichas.

Sus papás le premiaban con ratitos de cuento cuando se duchaba y cenaba rápidamente, así que masticaba como un león y tragaba sin parar para ponerlos contentos.

Pero un día, Pablo se cansó de esforzarse tanto y comenzó a llorar por todo. Lloraba por la mañana porque no quería desayunar, lloraba en el coche porque no quería ir al cole, lloraba en la clase porque no terminaba nunca de colorear y lloraba también en el parque porque … porque estaba agotado de tanto llorar. Sólo quería que le dejasen tranquilo.

Empezó a pensar que nadie le entendía, que él era diferente, raro. Que sus amigos no le querían y que sus papás le pedían cosas dificilísimas de hacer.

A los pocos días, su profesora se le acercó mientras lloraba en un rincón: “hola Pablo, ¿cómo estás hoy?”.

“Pues estoy triste”- dijo él entre sollozos - “mi mamá se ha enfadado porque hoy he venido llorando todo el camino desde mi casa hasta el cole”.

“y ¿por qué llorabas Pablo?”.

“Pues lloraba porque a mí me gusta estar tranquilo: quedarme en casa con mi abuela, que siempre me cuenta despacito lo que vamos a hacer, mirar la lavadora cómo da vueltas y salir corriendo cuando chilla, esconderme debajo de la cama cuando el abuelo llama al timbre, lanzar coches desde el sillón a la alfombra, escuchar la lluvia mientras duermo la siesta. Me gustan … las cosas que me gustan. No me gusta hacer las cosas deprisa, no me gusta ser mayor. Me da miedo hacer mal las letras y los números de las fichas. Yo quiero irme a casa, ip!, ip!.”.

Entonces la profesora le explicó que para todos los niños es difícil hacerse mayor, porque se tienen que atrever a hacer cosas nuevas que al principio son complicadas, como contar conejos, recortar fotos o doblar cartulinas. Pero que luego sirven para crear cosas bonitas como las tarjetas de Navidad o las de Feliz Cumpleaños.

“Pero los números son muy difíciles, yo siempre me olvido”-dijo Pablo.

Y su profesora se los pintó en la pizarra y le cantó una canción para recordarlos:

El 1 es un soldado haciendo la instrucción.

El 2 es un patito que está tomando el sol.

El 3 una serpiente que gira sin parar.

El 4 es una silla que invita a descansar, ¡ay….!

El 5 tiene orejas, parece un conejito.

El 6 es una pera redonda y con rabito.

El 7 es un sereno con gorra y con bastón.

El 8 son las gafas que usa Don Ramón.

El 9 es un globito atado a un cordel.

Y el 0 es un tiovivo para pasarlo bien......

“Ahora parece más fácil”- dijo Pablete.

“Si practicas con los números puedes hacer cosas interesantísimas”.

“Intetesísimas?”, “Sí Pablo, interesantísimas. Como contar los goles cuando ves el fútbol con papá, marcar el teléfono de la abuela para hablar con ella, jugar a la oca con mamá, conocer la matrícula de vuestro coche, saber en qué piso vives, adivinar cuántos años cumple tu primo porque lo puedes leer en la vela de su tarta, y muchísimas cosas más”.

“Jo, pues si que se pueden hacer cosas con los números, no me extraña que sean tan difíciles”.

“Y lo mismo pasa con las demás cosas que estás aprendiendo, al principio parecen muy difíciles, pero si te atreves a intentarlo descubrirás que poco a poco van siendo cada día más fáciles. Entre todos te lo vamos a explicar”.

Reunió a los niños para hacer la asamblea de cada mañana, y cuando dejaron de jugar, recoger piezas, ir al baño, guardar cuentos y sonarse mocos de una vez, se sentaron en la línea y la profesora empezó a hablar.

“Hoy vamos a pensar entre todos por qué es bueno crecer?....., para qué sirve hacernos mayores?......”. Algunos se quedaron pensativos, otros se echaron a reir, pero todos acabaron haciendo silencio y poco a poco empezaron a subir su dedito para pedir el turno de palabra.

“Yo quiero crecer para ser como mi hermano y hacer recados a mis papás”.

“Yo quiero ser bombero para que no se quemen los bosques y los conejos”.

“Yo voy a ser médico de animales y voy a vivir en el zoo, o en una selva, donde diga Laura que es mi novia”.

“Yo quiero ser como mi mamá, que hace los anuncios de la tele y me hace las trenzas fenomenal”.

“¿Y tú Pablo?, ¿a ti qué te parecen estos planes? ¿has pensado alguna vez qué quieres ser cuando seas mayor?”.

“Pues no lo he pensado nunca, pero al oir a mis amigos ya me van entrando un poquito las ganas de crecer y aprender cosas nuevas. Y ya sé que al principio me va a costar más, porque todavía soy chiquitito. Pero si me quedo en mi casa no aprenderé tantas cosas como aquí. Además, por la tarde le puedo contar a la abuela, despacito, todas las cosas que hacemos cada día en el cole.

Y así fue como Pablo un buen día dejó de llorar, y empezó a disfrutar haciendo cosas “de mayores”.



Autora: Mª Rosa Sánchez Fernández