Les explicamos hasta la saciedad por qué no pueden comer chuches antes de la cena, incluso nos sentimos un poquito culpables cuando les regañamos por algo, les ayudamos a hacer los deberes hasta que nos echan de su habitación porque quieren wasapear con una amiga, les partimos el filete, les atamos los cordones, les remetemos la camiseta, les sonamos los mocos hasta que ellos mismos se avergüenzan y nos dicen: "vale ya mamá, que me están viendo mis amigos".
Están acostumbrados a que todo les salga siempre, o casi siempre, bien. Cualquier tipo de aprendizaje se lo presentamos de forma gradual, para que no sufran.
Pero entonces, ¿ quién les va a enseñar a soportar el fracaso, la tristeza de quedar el último en una carrera, la rabia cuando nadie le elige en su equipo, la soledad de no ser invitado a un cumpleaños?
Es importante que expliquemos a los niños que fallar es normal, que nosotros también fallamos a diario, cuando vemos el semáforo rojo por el rabillo del ojo, cuando hablamos por teléfono y se nos quema la cena, cuando se nos olvida una cita con el dentista,....
Pero hay que enseñarles a respirar hondo, pensar que todo tiene solución y ponerse a buscarla. Y si no se encuentra, pues hay que saber pedir ayuda.
Jugar a cosas en las que puedan ganar o perder les ayuda a entrar en contacto con todo este tipo de sentimientos, para que vayan repitiéndose a sí mismos: "he perdido, pero no pasa nada", para que vayan comprobando que la experiencia les ayuda a mejorar poco a poco, para que respeten al perdedor cuando ellos ganan, ....
Algunos ejemplos: las tres en raya, el parchís, la oca, los barcos, juegos de cartas, damas, dominó, etc.
En clase ya le vamos cogiendo el gusto poco a poco:
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